El cantor que echa su alma a volar
Perfil del compositor antioqueño, John Jairo Torres de la Pava.
John Jairo Torres de la Pava necesita a su guitarra como el cielo a las estrellas y el invierno al frío.
Fueron precisamente los sonidos armónicos de sus cuerdas, combinados con el de su melodiosa voz, los protagonistas de aquella noche del miércoles 15 de julio de 1998, fecha del concierto de lanzamiento de su álbum Lo que amo, en el Teatro Metropolitano José Gutiérrez Gómez, de Medellín.
Entre los espectadores estaba Lina María González, una joven simpática, esbelta y sonriente. Lo que ni ella ni John sabían era que el destino quería unirlos desde esa noche para siempre. “Mi mamá fue literalmente obligada. Una amiga le dijo: ‘Tenés que ir. Si querés, comprá la boleta más barata’”, cuenta Gabriela Torres, hija de John Jairo y Lina. “Eso hizo mi mamá, compró la más barata y se hizo bien atrás, en el ‘gallinero’. Al principio estaba muy aburrida”. Pese a que el recinto estaba a reventar, había algunos puestos libres más adelante y, en el intermedio del concierto, su amiga le dijo: ‘Váyase pa’delante, allá en esos puestos que sobraron’.
De repente, el aburrimiento de Lina se transformó en un mar de lágrimas al escuchar Tu llegada, una canción que John Jairo compuso cuando nació Catalina, su primera hija. “Mi mamá se puso a llorar, le llegó muchísimo la música de mi papá. Al final, la amiga de mi mamá le dijo: ‘¿Quieres conocer a John Jairo?’”. Lina accedió y se fue con ella y otra amiga a saludarlo… “La amiga de mi mamá quería presentarle a mi papá la otra amiga, no a mi mamá”. Sin embargo, John se enamoró perdidamente de Lina desde el primer instante que la vio, “tanto así, que ni siquiera se acuerda de la otra amiga.”, dice Gabriela. “Al mes de conocidos, mi papá le hizo la primera canción a mi mamá (Mi alma gemela)”.
Para entonces, John Jairo ya se había divorciado de Maria Eugenia Bayona, la fuente de inspiración de obras como No es tan fácil y Fantasmas. “Las canciones tristes de John Jairo vienen de esa época, y las alegres vienen de su segundo matrimonio con Lina”, recuerda Jaime Betancur, amigo de John desde hace más de dos décadas. “Él ha pasado por muchas etapas de la vida, por eso es tan buen compositor. El 90 % de lo que produce es muy bueno y, lo demás, muy aproximadamente bueno”, agrega.
De aspecto bonachón, tez blanca, cabello negro entremezclado con canas, nariz gruesa y redondeada. Sus ojos cafés reflejan una mirada sincera y penetrante. Sus 188 centímetros de estatura le permitieron ser un habilidoso basquetbolista en la adolescencia.
Nacido un Día de Brujas de 1958 en el Seguro Social de Itagüí, es tecnólogo en Sistemas de Cedesistemas y gestor cultural de la Universidad EAN. No obstante, “la música es la que ensancha su espíritu y la que purifica las aguas cristalinas de su inspiración”, como escribió alguna vez Rubén Darío Barrientos. Desde la cuna, su corazón palpita al ritmo de bambucos, pasillos, guabinas, danzas y valses.
Hijo de doña Gabriela de la Pava, mujer sabia y serena; y de don Heroel Torres, hombre de fuerte carácter, con quien mantuvo una relación difícil durante algún tiempo. Paradójicamente era don Heroel quien le regalaba instrumentos, pero no quería que fuese músico. Las diferencias entre ambos se subsanaron con una composición conciliatoria: una danza titulada Para decirte te quiero. Dice Betancur que “llegó el momento de la vida en que él (Heroel) estaba enfermo y John Jairo le quiso escribir una canción diciéndole que ‘no quisiera perderte sin decirte te quiero’”.
Su abuelo tiplista, Antonio ‘el Negro’ Torres, fue quien le legó la vena artística. A los ocho años incursionó en la guitarra. En ese entonces le decía a su profe, Rodolfo Marín, que había escuchado por radio los que en verdad eran sus primeros poemas musicalizados.
Prolífico compositor, su repertorio supera las 200 obras escritas, muchas de ellas interpretadas y grabadas por reconocidos artistas. Ha triunfado en diversos eventos tales como el Festival Mono Núñez, el Festival Nacional del Pasillo Colombiano, el Concurso Nacional de Duetos de Ibagué y el Concurso Nacional del Bambuco Luis Carlos González, por tan solo nombrar algunos. “No me quiero perder ningún festival, ni concierto”, afirma John Jairo.
“Es un defensor incansable de nuestra música”, dice Carlos Andrés Mesa, licenciado en Dirección Musical. En marzo de 1998, la Cámara de Representantes le condecoró con la Orden de la Democracia en grado de Caballero “por su labor en la creación y difusión de la música colombiana”. El municipio antioqueño de San Pedro de los Milagros “instituyó el Concurso Nacional del Bambuco John Jairo Torres de la Pava”.
Jairo Moreno, excuñado de John, resalta que él “tuvo muy claro siempre que si queríamos rescatar y manejar una música colombiana folclórica que perdurara, teníamos que hacer que los jóvenes se involucraran con esas músicas”. Una de las condiciones que puso Torres cuando asumió la dirección ejecutiva de Antioquia le Canta a Colombia en 2007, era que los niños también pudieran participar en el festival. Cuando fue director artístico y presentador del programa televisivo Serenata, les exigía a los artistas que la mitad de su repertorio fuera de músicas andinas colombianas.
Pese a que su rostro ya no aparece en las pantallas, todavía hay muchos que le demuestran simpatía en la calle y le piden que les cante un pedacito de alguna de sus canciones. “Mis fans son, en este momento, mayores de setenta”, bromea John Jairo.
Está en contra de los estereotipos, de que haya que ponerse sombrero, salir de ruana, de carriel y alpargatas para pararse a cantar en un escenario. Esa fue la idea que lo sedujo a escribir Quién dijo, el icónico bambuco que despertó amores y odios, pero que, al fin y al cabo, lo catapultó como cantautor. John Jairo es un convencido de lo que hace. En la fiesta de premiación del Mono Núñez de 1987, “aposté 30 mil pesos con el que ganó ese año la obra inédita a que yo ganaba el año siguiente”; y así ocurrió: fue precisamente Quién dijo la canción que le dio el triunfo en ese festival.
Dice la verdad sin tapujos. Un reconocido artista de antaño le dijo alguna vez: ‘Tus canciones son muy bonitas, pero eso no es comercial. Eso no le gusta al pueblo’. Y John Jairo le contestó: ‘Mis canciones no las van a olvidar los que las han oído. En cambio, de las tuyas, mañana no se va a acordar nadie’.
Torres de la Pava tiene muchos conocidos, pero pocos amigos. Eso sí, los que tiene son entrañables. “A mí me han tocado muchas tertulias que casi siempre son en la casa de Lina y John. Ellos tienen un grupito de amigos que son Jaime Betancur, Gustavo Díez y Alfonso Grosso (acompañados de sus esposas Esperanza, Davinia y María Elena, respectivamente). John es el líder del equipo. Es el que pone el tema de conversación.”, cuenta Pedro Pablo Zuluaga, novio de Gabriela. Se reúnen a reírse y a contar historias, al sabor de unas copas de aguardiente. “En cualquier momento llega alguno y dice: ‘¡Vamos a tocar!’. Y John saca su guitarra”, una Yamaha traída desde Japón. “La cuida como un tesoro… solamente la saca cuando ellos van y, de vez en cuando, me la presta por ahí a mí”, dice Zuluaga. “A él le han ofrecido plata por ella, la que quiera… le han ofrecido cambiarle la guitarra, pero él no la cambia por nada del mundo”, agrega.
Gustavo Díez, hombre carismático y locuaz, es el guitarrista de cabecera de John Jairo. Dice que las anécdotas con él dan para escribir un libro. ‘Tavo’ describe a su amigo como “una teta auténtica”. Mamagallista y dicharachero, “siempre está echándole vainas a todo el mundo… Es insoportable en el estudio de grabación (risas)” y “Termina por imponer su criterio frente a lo que él quiere que se haga”. Díez destaca que las diferencias de pensamiento nunca han sido un obstáculo para ser amigos. “Yo le digo a John: ‘Una de las razones por las que más te quiero a ti es que cuando esté verraco contigo te lo puedo decir en la cara y no me da miedo’. No nos guardamos nada”.
Como auténtico perfeccionista, le sacan de quicio las cosas mal hechas. “No admite el fracaso”, recalca Díez. “Él es muy nerd. No descansa hasta hacer las cosas bien. Me acuerdo muchísimo cuando hizo la segunda carrera (Gestión Cultural), que se despertaba como a las tres de la mañana a estudiar… Se acostaba muy tarde por hacer trabajos”, recuerda Gabriela.
No está satisfecho con lo que ha logrado; aún tiene varios pendientes. “Me falta componer mi mejor canción, me falta escribir mi mejor libro, me falta conocer a mis nietos…” Está finalizando su tercer libro y planea montar un podcast y un canal de YouTube. “Me apasiona mucho la comunicación”, enfatiza John Jairo.
No tiene peros ni reparos a la hora de darle gusto al paladar. “Come mucho, como yo”, dice Gaby, jocosamente. “Le encanta la carne. Intentó ser vegetariano, pero no le dio”. No puede vivir sin Coca-Cola y sin comer leche en polvo.
Dicen que es reticente a dar consejos, pues considera que la vida la vive cada uno. Que lo entristece la injusticia y la indiferencia… y, según Díez, que “le da mucho terror el escenario antes de tocar”. Pero cuando está parado en él, echa su alma a volar.
Escrito por Federico Hoyos Gutiérrez. Curso de Periodismo III, Universidad Pontificia Bolivariana. Mayo 18 de 2021.
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