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El valor de los periodistas (columna publicada en El Colombiano)


Se necesita de muchísima valentía para ser periodista, especialmente en Colombia. Son pocos los que son capaces de cuestionar los esquemas de una sociedad tan convulsionada y desigual como la nuestra, muchas veces poniendo en riesgo su integridad física y moral en la búsqueda de un país más justo y equitativo.


Según datos de Reporteros Sin Fronteras, de los 49 periodistas asesinados en el mundo durante el año anterior, uno de ellos pereció en nuestro país. Así estas cifras sean consideradas por muchos como supremamente bajas, por el mero hecho de que fallezca uno solo, ya debería ser motivo de preocupación.


La gente parece haberse olvidado de que, gracias a los periodistas, quienes con el uso legítimo de la palabra, al encarnar la voz del pueblo, han logrado salvaguardar las instituciones democráticas que los poderosos quieren derrocar. A pesar de lo riesgoso que en ocasiones pueda ser esta profesión, la admiro tanto, que por eso me dedico a estudiarla.


Los verdaderos periodistas, aquellos ejercen este oficio con la debida entereza y vocación que el mismo exige, son personas supremamente humanas. No puede perderse de vista que, el periodismo ante todo es un acto de servicio, que implica reconocer al otro y en algunas ocasiones, ser otro. Si no se posee la sensibilidad por las dificultades ajenas, resultaría muy difícil encontrar aquellas historias dignas de ser contadas.


Si se pasan por alto las condiciones de suma pobreza en las que muchos de nuestros connacionales viven, no se puede ser un buen periodista. Punto. Quienes eligen al periodismo y la comunicación como proyecto de vida, deben ser tejedores muy finos de relaciones humanas.


También es fundamental, como en todo ejercicio profesional, ser buena persona. No puede ser de otra manera. Uno de mis maestros en la universidad me enseñó que la relación entre ética y técnica es indisoluble. En términos más sencillos, lo que se hace en esta profesión no es más que un acto de “poner en común”, y para poner algo en común, es necesaria la empatía, el vínculo afectivo entre los seres humanos, el diálogo, la mutua búsqueda de la verdad. La mejor arma del periodista es, hoy y siempre, la humanidad, como lo dice Jon Lee Anderson.


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