Lo que El olvido que seremos tiene para contarnos
Publicada a finales de 2006, El olvido que seremos es la obra literaria más aclamada del escritor antioqueño Héctor Abad Faciolince. En palabras del autor, es "una prótesis para recordar; un intento desesperado por hacer un poco más perdurable lo irremediablemente finito", puesto que todos, tarde o temprano, estamos condenados al olvido. Se ha debatido bastante si es una novela o una crónica.
Lo cierto es que posee las características de una obra de no ficción, dado que presenta un recuento biográfico memorable (y desgarrador al mismo tiempo) de su familia, especialmente del protagonista de esta historia: su padre, Héctor Abad Gómez, médico y defensor de los derechos humanos, asesinado, presuntamente, por los paramilitares, el 25 de agosto de 1987. Para Abad Faciolince, la principal diferencia entre los escritores de ficción y los de no ficción radica en que, mientras los primeros crean lo sorprendente, los segundos descubren lo sorprendente.
Un título alternativo para nombrar esta novela/crónica podría ser “carta a una sombra”. Con el pasar de las páginas, el autor expresa que una de las paradojas más tristes de su vida constituye el hecho de escribir para alguien que no puede leerlo: su papá, un ser humano ejemplar con quien mantuvo una relación de amor entrañable que rompía con los paradigmas machistas y patriarcales antioqueños, en los cuales ha prevalecido la fuerza y la soberbia frente a la expresividad y el cariño. “El niño, yo, (Héctor Abad Faciolince) amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas”. Tanto así que lo amaba “más que a Dios”. Así las cosas, un día tuvo que escoger entre Dios y su papá, y escogió a su papá.
Los demás libros que ha escrito Abad Faciolince, los escribió por el placer de escribirlos. Sin embargo, con El olvido que seremos la situación fue distinta: sentía la obligación moral de relatar la historia de su progenitor. El proceso le tomó 20 años y le sacó unas cuantas lágrimas. “Tenía el deber ineludible, no digo de vengar su muerte, pero sí, al menos, de contarla”.
El olvido que seremos es un manuscrito que pretende derrumbar las falacias de los amantes de la muerte. De su papá aprendió algo que los asesinos no saben hacer: “a poner en palabras la verdad, para que esta dure más que su mentira”. En esta novela se muestra el legado de Héctor Abad Gómez, a quien no solo se le recuerda por el inconmensurable afecto hacia su familia, sino también por haberse convertido en uno de los pioneros de la salud pública en Colombia y, sobre todo, en una persona abundante de probidad que incursionó en la política para denunciar las paupérrimas condiciones de vida de los pobres en Medellín y el resto del país.
El título de esta obra está inspirado en este soneto de Jorge Luis Borges llamado "Epitafio".
El libro trasciende los ritos, pequeñeces, intimidades y grandezas de la familia Abad Faciolince, para ofrecer una crítica mordaz contra la cultura machista, conservadora, elitista y dogmática que ha imperado en Antioquia desde mediados del siglo XIX, al mismo tiempo que describe mediante una inmersión fidedigna los infiernos de la violencia política colombiana, de la cual precisamente Héctor Abad Gómez fue víctima. No se equivoca la Alianza de Autores Españoles e Iberoamericanos al decir que se trata de un relato “escrito con afecto pero con sangre”.
También concuerdo con las declaraciones del Nobel de Literatura peruano, Mario Vargas Llosa: se trata de una de las experiencias de lectura “más apasionantes de mis últimos años”. Para el escritor suramericano, resulta muy complejo sintetizar El olvido que seremos sin traicionarlo, puesto que al ser una obra maestra, “es muchas cosas a la vez”: una historia verdadera que constituye asimismo "una soberbia ficción por la manera como está escrita y construida, y uno de los más elocuentes alegatos que se hayan escrito en nuestro tiempo y en todos los tiempos contra el terror como instrumento de acción política”.
Este libro es, en adición a lo anterior, la oportunidad de inmiscuirse en la vida y alma de la Ciudad de la Eterna Primavera. El éxito de este relato permitió que fuese traducido a diversas lenguas, entre ellas el alemán, italiano, francés, inglés, portugués, holandés, árabe y rumano.
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