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¿Por qué la música nos hace sentir? (reportaje publicado en Contexto UPB)

Este trabajo fue realizado en colaboración con Camila Bolívar Valencia, Juliana Yepes Orrego y Camila Bolívar Valencia.


En épocas de aislamiento, la música cobra un papel fundamental para preservar la salud mental de las personas. No se trata simplemente de una actividad artística y un medio de entretenimiento, sino también de un lenguaje que comunica, evoca y refuerza emociones.


¿Cómo se produce la música?

En fracciones de segundo, los sistemas de nuestro cuerpo son capaces  de recoger las señales acústicas -es decir, de sonido- y enviarlas al cerebro, para que este las decodifique y les dé significado.


Daniel Joseph Levitin, psicólogo cognitivo, neurocientífico y músico estadounidense, afirma que “lo increíble de la música es que no existe fuera del cerebro. Una sola nota empieza cuando las vibraciones viajan por el aire, lo que hace que el tímpano vibre. Dentro del oído, las vibraciones se convierten en impulsos nerviosos que viajan al cerebro donde se perciben como varios elementos de la música, por ejemplo, tono y melodía. Cuando esos elementos se recombinan, forman un patrón que reconocemos como música. En otras palabras, el cerebro procesa los sonidos que creemos percibir en un todo perceptual que llamamos música”.


El poder de esta expresión artística para sensibilizarnos tiene una explicación: la música es capaz de atraer la atención de una manera más potente que otros estímulos sensitivos. Josefa Lacárcel Moreno, investigadora de la Universidad de Murcia, plantea que “el oído es el más cualificado de los estímulos sensoriales cerebrales. De estos: el 20% corresponden a la vista, el 30% corresponden al gusto, olfato y tacto, el 50% corresponden al oído, que despierta e impulsa al cerebro, además de protegerlo contra el deterioro”.

La relación entre la música y la salud mental


“Es un colchón de salvación para no darse tan duro contra el mundo”, dice Carlos Andrés Mesa, director musical y especialista en Guitarra Clásica de la Universidad de Antioquia. Para él, el arte de la musa Euterpe es un elemento “vital” para el ser humano que “nos permite hacer la realidad un poco más llevadera y nos saca del confinamiento mental en el que estamos inmersos, que es incluso más peligroso que el físico”.


Durante la cuarentena, existe una mayor propensión a manifestar sentimientos de soledad, ansiedad y depresión. Para Astrid Arrieta Morales, presidenta de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, “el 40% de la población tiene mayor probabilidad de padecer algún tipo de problemas relacionados con la salud mental y se van a duplicar las cifras de padecimientos como la depresión”.


Es importante tener presente que “cuando nos acompaña la depresión es porque andamos muy atentos a lo que nos ocurrió en el pasado. Cuando nos acompaña la ansiedad es porque estamos muy atentos a lo que pasará en el futuro. La soledad aparece cuando no sabemos estar con nosotros mismos. El confinamiento genera precisamente esa necesidad de mirar hacia adentro y encontrarnos con las cosas que no son tan fáciles de abordar en nuestro ser interior. Todo esto se puede explicar de esta manera si no existe un trastorno de salud mental de base”, afirma la psicóloga Ana Mercedes Restrepo.


Las patologías mencionadas anteriormente “pueden desencadenar en crisis agudas, afectando la salud mental del individuo y demás personas alrededor de este, alterando la dinámica familiar y de pareja, si se cuenta con ella”, reafirma la psicóloga y especialista en trabajo social familiar, Claudia Elena Arteaga Valderrama.


“Cuando un ser humano tiene la habilidad, está en el aprendizaje y entra en contacto con el instrumento musical, este le permite de alguna manera contactarse consigo mismo para permitirse sentir, canalizar y hacer catarsis con las emociones que lo acompañan”, agrega Restrepo.


Carlos Andrés Mesa cuenta que el entrenamiento musical no solo lo mantiene mentalmente sano a él, sino también a otros miembros de su familia. “Las amigas de mi hija le escriben diciéndole que se están enloqueciendo, que andan muy aburridas en la casa. Le preguntan que si también está aburrida, y ella les dice que no, porque ella está en un ambiente muy diferente en el que todo el tiempo está tocando el violín, escuchando música o bailando ballet… Las amiguitas de ella están que se enloquecen, pero es porque en sus hogares no les ofrecen ese espacio para que estimulen el cerebro desde otro punto de vista, en este caso con la música”.


Un arte mágico


Debido al abrupto cambio de rutinas que implica el confinamiento, Carlos se dedica a estudiar música todo el día, desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche. Se sumerge en una realidad totalmente diferente, tanto que a veces “ni me acuerdo de qué es lo que está pasando afuera del mundo”.


“No es lo mismo estar sentado viendo televisión y pensando en tantas cosas. Mientras vos estás tocando un instrumento, por tu cabeza solo pasan notas y melodías. Se rompe el mundo exterior y se queda la música. Ella te transporta a otra dimensión y cuando terminas de tocar, vuelves al espacio donde estabas”. Ese, según Mesa, es el efecto más “teso” que tiene este arte.

En 2011, un estudio realizado por la Universidad McGill de Canadá descubrió que escuchar e interpretar música incrementa la producción de dopamina en el cerebro. Este químico contribuye al mejoramiento del estado de ánimo, ofreciendo una sensación de placer.


“Cuando estás haciendo algo divertido, en este caso interpretar un instrumento, de entrada, esa información llega al cerebro y se activa la dopamina, un neurotransmisor que nos permite sentir placer, motivación, seguridad, tranquilidad y bienestar. Incluso está demostrado que ayuda en la toma de decisiones y en la liberación del estrés. La dopamina también potencializa los procesos de aprendizaje”, dice Restrepo.


Según Arteaga, esta sustancia “regula funciones importantes en nuestro cuerpo como la memoria, el sueño, el movimiento, el estado de  ánimo, entre otros. El exceso o falta de dopamina puede ocasionar problemas en la salud como Parkinson y/o esquizofrenia”.


“Con la música también hay una muy bonita liberación de serotonina y endorfinas. La serotonina genera cosas muy interesantes. Es conocida como la hormona de la felicidad”, dice Restrepo.  “En este caso, la música se va a parecer a otras cosas, como por ejemplo comer chocolate, hacer ejercicio o estar enamorado”, dice Jairo Moreno Ramírez, profesor del colegio San José de Las Vegas.


De acuerdo con Arteaga, además de las anteriores sustancias químicas que se generan en el organismo como efecto de la actividad musical, otra hormona que se libera es la oxitocina, la cual “nos lleva a sentir confianza con nosotros mismos y con los demás”.


“Yo pongo los dedos en el piano y van saliendo noticas, y esas noticas pareciera que son una cosa. Y puede que sean una cosa, pero es el alma la que está sonando… Tuvimos la fortuna de haber sido tocados por el hada de la música”, dice Moreno, quien a pesar de que al momento de compartir su testimonio para este reportaje llevaba 50 días solo en su casa, manifiesta que la música lo llena espiritualmente: “Me nutre, me abraza, me asombra”, dice. La mayor parte del tiempo se le va componiendo canciones y dictando clases virtuales desde su lugar preferido, su estudio de grabación, al cual considera como un “santuario”.


“Cuando escuchamos o hacemos música, hacemos que en nuestro ser y en nuestra alma se evoquen emociones y recuerdos, los cuales se conectan con las emociones y viceversa. Al llegar el mensaje musical, el cerebro lo recibe, lo interpreta y detonará en cada persona cosas distintas. La música comunica, hace recordar y sentir cosas”, concluye Restrepo. “Es algo que no se puede hacer sin el alma, sin el corazón”, enfatiza Moreno.


La relación entre la música y las emociones es evidente, según Arteaga, ya que esta “puede influir de una manera positiva o negativa según el trastorno y el tipo de música que se escuche, es decir que para una persona con ansiedad no es recomendable cierto tipo de música como el rock pesado o el heavy metal, ya que genera mayor ansiedad. Las personas que presentan trastorno de depresión deben escuchar un tipo de música alegre. En estos casos se recomienda música relajante, clásica, ya que pueden relacionar lo que están escuchando con la situación que están viviendo”.


¿Puede la música hacernos más sociables?


“Cuando se libere esta situación, cuando la gente pueda reunirse, la música va a convertirse en un imán muy teso para reunir a la gente que hoy está con mucho miedo", dice Carlos Andrés Mesa, guitarrista clásico y licenciado en dirección musical.


Arteaga agrega que el contacto frecuente con la música “ayuda a tener habilidades sociales, fortalece los vínculos con los demás personas, desarrolla la capacidad de sensibilidad, fomenta la disciplina, reduce los niveles de estrés y fortalece la autonomía”.


Stefan Koelsch, profesor de Psicología de la Música de la Universidad de Berlín, resalta la capacidad de la música para generar sentimientos de imitación y empatía. “Mientras hacemos música, volvemos a vivir todas esas experiencias y ponemos en marcha todas esas funciones sociales, es decir, averiguamos qué quiere el otro o qué intenta o qué desea o qué cree, sin que nos lo diga explícitamente. Hay experiencias emocionales en las que después de hacer música juntos, todos nos sentimos felices mientras antes, en cambio, quizás estábamos enfadados”.


El resultado de todo ello es una especie de cohesión social donde “nos gustamos más que antes, estamos más unidos que antes, confiamos más los unos en los otros, pensamos que el otro nos ayudará cuando nos sintamos solos o tengamos un problema”, enfatiza el investigador alemán.


La unidad social que provoca la música se debe a la universalidad de este arte. “Todos tenemos música, porque todos somos música. La respiración tiene un ritmo, el corazón produce ritmo, la circulación produce ritmo, nuestro acento tiene melodía... Somos músicos de nacimiento, así no lo asumamos”, manifiesta Moreno.


“La música es el arte más global. No la podemos evitar, es inherente al ser humano. Todas las personas que hay en el mundo se conectan con la música de diferentes formas”, dice Mesa Cano. “Si tú estás por ahí en algún lugar, lo primero que el cerebro hace es silbar, cantar una canción, palmotear un ritmo o sonar algo. No tienes que ser músico para eso. Es una de las artes más sublimes; está impresa en nuestra piel y la encuentras en cualquier momento. Antropológicamente hablando, lo primero que surgió fue el sonido”.

¿Nos hace más inteligentes?

El entrenamiento musical frecuente implica la interacción de diversas estructuras cerebrales que favorecen el desarrollo cognitivo. Es utilizado en bebés y niños para la estimulación del aprendizaje. Según Anita Collins, experta en educación neuromusical, “tocar un instrumento involucra prácticamente todas las áreas del cerebro a la vez, en especial las cortezas visuales, auditivas y motoras”.

Collins también asevera que reproducir música “aumenta el volumen y la actividad del cuerpo calloso, elemento que sirve como puente entre los dos hemisferios (izquierdo y derecho)”. Mientras mayor sea el tamaño de esa estructura, más rápido se produce el intercambio de información interhemisférica. En pocas palabras, la práctica musical desarrolla ambos hemisferios de manera simultánea.


Esto permite entender porqué los que interpretan algún instrumento con frecuencia son capaces de resolver problemas de manera más creativa tanto en entornos académicos como sociales, a la par que crean, recorren y recuperan recuerdos con mayor rapidez y eficacia. “Tocar música es el equivalente cerebral de un entrenamiento de cuerpo completo en el gimnasio”, concluye la investigadora.


“Tienes que estar pendiente de que tu sonido y tus golpes estén en el lugar indicado, que estés tocando la nota que es, los acordes que son, y a la vez leyendo la partitura, mientras escuchas lo que está haciendo el resto. Es un proceso muy grande, como una especie de rompecabezas”, afirma Simón Henao Zuluaga, estudiante de música de EAFIT y docente de batería en la academia Musicreando. Para él, la música es como aprender otro idioma puesto que “tienes que aprender a leerlo, escribirlo, hablarlo y convivir con él”.


Por ello, Moreno considera a este arte como “la disciplina más completa de la humanidad”.

La terapia musical


Esta manifestación artística también es utilizada como un valioso recurso para mejorar la calidad de vida de los pacientes a través de la musicoterapia. Según la World Federation of Music Therapy (WFMT), “la musicoterapia consiste en el uso de la música y/o de sus elementos musicales (sonido, ritmo, melodía, armonía) por un musicoterapeuta, con un paciente o grupo, en el proceso diseñado para facilitar y promover la comunicación, el aprendizaje, la movilización, la expresión, la organización u otros objetivos terapéuticos relevantes, con el fin de lograr cambios y satisfacer necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. La musicoterapia busca descubrir potenciales y restituir funciones del individuo para que este alcance una mayor organización intra e interpersonal y, consecuentemente, una mejor calidad de vida a través de la prevención y rehabilitación en un tratamiento”.

La musicoterapia se ha constituido en los últimos años como un método bastante efectivo para el tratamiento de patologías tales como el autismo y la afasia (pérdida o trastorno de la capacidad del habla). De acuerdo con un informe del Centro Alemán de Investigación de la Musicoterapia, “la música implica comunicación y, como tal, se puede emplear para entrenar habilidades de comunicación no verbal, lo que puede ser muy útil en el caso de alteraciones conductuales y autismo”.

Si bien la terapia musical no ha demostrado resultados concluyentes en el tratamiento de pacientes con demencia, los neurólogos españoles Gema Soria Urios, Pablo Duque y José García, afirman que “la práctica de la musicoterapia con las personas con demencia nos ha permitido ver que la música influye en su comportamiento y su humor, ya que puede hacer que estén más tranquilas”.


¿Nos sonará igual después de la cuarentena?


Carlos Mesa prevé un auge muy grande de la música. “Cuando se libere esta situación, cuando la gente pueda reunirse, la música va a convertirse en un imán muy teso para reunir a la gente que hoy está con mucho miedo. Miedo de acercarse al otro, de saludarlo, de hablarle… En este momento, todo el mundo sospecha dónde estuvo el otro y si esa persona los va a enfermar o no. Para romper esos temores, creo que va a ser infalible la utilización de la música. La música te lleva a bailar con el otro, a cogerlo, a tomarlo de la mano. Seguramente vamos a presenciar el surgimiento de grandes orquestas después de esta coyuntura”.


Como dice la canción de la compositora española Lucía Gil que se ha hecho famosa por estos días, difundida mediante las diferentes redes sociales y plataformas digitales, “volveremos a juntarnos, volveremos a brindar. Un café queda pendiente en nuestro bar.” Llegará ese momento en el que “romperemos ese metro de distancia entre tú y yo, ya no habrá una pantalla entre los dos”.


Jairo Moreno considera que las diferentes manifestaciones de las estéticas musicales se han hecho presentes de una manera vistosa en todo el mundo, desde muchos puntos de vista. Desde los músicos mismos que en España y en Italia han salido a los balcones a tocar su chelo o su guitarra. Sin embargo, para él, este arte “no necesita más relevancia de la que tiene. Seguirá siendo lo que es, una compañía impresionante, parte de la ropa de la humanidad, parte de lo que nos ponemos todos los días. Más bien, yo lo que creo es que la gente después de esto va a aprender a valorar las cosas que se habían vuelto paisaje”.

El concierto de la esperanza


El pasado 1 de mayo, se transmitió por la televisión nacional un concierto llamado “Colombia cuida a Colombia”, con el fin de llevar un momento diferente a cada hogar, además de recaudar donaciones destinadas a las personas más necesitadas. Esta iniciativa ha logrado entregar alrededor de 10 mil toneladas de alimentos, beneficiando cerca de 1.3 millones de personas en condición de vulnerabilidad, en más de 150 municipios del país.


Entre los artistas que participaron en el evento, estuvo Fonseca, quien interpretó una de sus más recientes producciones, la canción titulada “Lo que ayer era normal”, en la cual sus versos expresan algunas de las situaciones y emociones que muchos pueden estar sintiendo en esta época de crisis:

“Ahora es que entiendo lo que el tiempo vale,

Y vale más cuando tú lo compartes,

¿Cómo no nos dimos cuenta antes?

Cierra los ojos, para encontrarnos frente a frente,

Y que este abrazo, dure en el alma para siempre.

Nunca sentí, esta necesidad urgente

De que supieras, lo importante que es tenerte.

Esta lejanía, duele cada día…”

Porque para el artista bogotano, “Lo que ayer era normal, hoy es lo más grande de esta vida”.


“El arte es eso: lo que nos hace llorar, reír, recordar muchas cosas y nos aísla un poco de la realidad que estamos viviendo, que es muy dura, pero es una realidad en la que si nos quedamos de brazos cruzados, nos vamos a enloquecer”, puntualiza Henao.


Soportaré los golpes y jamás me rendiré... Me volveré de hierro para endurecer la piel, Y, aunque los vientos de la vida soplen fuerte. Soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie”. Así versa la icónica canción “Resistiré”, relanzada en el mes de abril e interpretada en esta ocasión por artistas como David Bisbal, Álex Ubago, Rosana, Carlos Baute, Manuel Carrasco, Melendi, entre otros, como mensaje de resiliencia frente a las peripecias que hoy experimenta el mundo.


Además, por estos días, algunos artistas como Residente, sacan canciones que acompañan la coyuntura actual, tratando de acercarse a las personas por medio de la música. ‘Antes que el mundo se acabe’ envía un mensaje de amor y esperanza para hacer más llevadera la situación. “Ni la pandemia más fuerte que anda matando personas me separa de ti, por eso contigo la distancia social no funciona. Y si estás lejos no importa, porque la luz de la tarde nos une”.


Lo que queda claro es que hoy más que nunca, la gente se aferra a la música como herramienta para escapar de la monotonía y el encierro, para hallar en sus melodías sosiego a partir del mero hecho de sentir.

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