¿Por qué leemos tan poquito?
- Federico Hoyos Gutiérrez
- 13 ago 2023
- 2 Min. de lectura
Esta columna de opinión fue publicada en El Espectador el 31 de octubre de 2022

¿Se queda sin tema de conversación en las reuniones? ¿Le cuesta la imaginación? ¿Sus argumentos se derrumban como un castillo de naipes en un debate? ¿No encuentra las palabras para enamorar a la persona de sus sueños? Tranquilo. Usted no sufre de estupidez ni de complejo de inferioridad: lo que tiene se llama falta de lectura. Usted no es el único culpable. Habita en un país donde el fomento de la lectura es tímido e insuficiente.
Usted hace parte de la mayoría de colombianos que leen solo 2,7 libros al año (o incluso menos), de acuerdo con el último reporte de la Cámara Colombiana del Libro. Las estadísticas revelan una leve mejoría, teniendo en cuenta que en 2012 el índice de lectura en el país estaba en 1,9 libros anuales. Sin embargo, el puntaje sigue siendo muy bajo si nos comparamos con Corea del Sur, donde los jóvenes y adultos leen 13 y 9,8 libros anuales, respectivamente.
Vale destacar el programa Leer es mi cuento, que durante la administración Santos amplió la Red Nacional de Bibliotecas Públicas (RNBP). Al día de hoy se cuentan 1.554 bibliotecas inscritas a la RNBP, con presencia en los 32 departamentos del país. Más del 90 % de ellas tienen conexión a internet.
Sin embargo, la distribución de las bibliotecas es también una radiografía de la inequidad. La desproporción en la distribución de las mismas es evidente: mientras que Antioquia tiene 175 bibliotecas públicas, en Amazonas solo hay dos. Mientras en Santander hay 93, Guainía cuenta con apenas una.
Comprar libros es, para muchos, un privilegio. Un libro nuevo cuesta aproximadamente $50.000 en una nación donde 19,6 millones de compatriotas no tienen los suficientes recursos para costear sus necesidades básicas y 6,1 millones no pueden consumir las tres comidas al día, según el DANE.
En adición a lo anterior, la reforma tributaria que propone el nuevo Gobierno quiere hacer trizas la Ley del Libro, pues busca reducir las exenciones para las editoriales, librerías y derechos de autor (lo que representaría un desestímulo para el surgimiento de nuevos escritores). Una herida mortal a nuestra cultura, ya de por sí moribunda.
Si los alienígenas aterrizaran en Colombia, quedarían impresionados al percatarse de que somos el único país donde los gobernantes quieren ponerle impuestos a la educación. Mientras el libro no sea una política de Estado, nunca seremos buenos lectores.
Federico Hoyos Gutiérrez. Medellín.
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